Es
un honor y homenaje escribir este apunte para un ser tan especial. Intentaré
dar cuenta de un procedimiento del cual me siento parte:
Recuerdo
en el 2003-2004, haber rondado la ladera de cerro San Cristóbal, con un par de
perros, y un amigo pintor. Podíamos caminar en silencio, tirarle la pelota al
perro, mirar el cielo, devolvernos y continuar. La maravillosa idea de estar en
un departamento que colinda con el cerro, la maravillosa idea de salir, compartir
las impresiones más diversas acerca de la vida, “la pega” y el arte. De esa caminata constante, surgió mi primera
obra: “Movimiento rápido del ojo”. Pero quizá más importante, entender la
interminable conexión entre la vivencia y la obra de un artista. Como si la obra ya hecha acudiera a ti, en momentos
tan simples, poco inspirados. Como si la gran obra se revelara en el
rudimentario hecho cotidiano.
“Vagar
perdido en lugares abandonados por el interés común, abandonados por la cultura,
abandonados por la percepción”
La
obra de Pablo Llao "El secrerto de Hugo" es una oda al ocio, esa
palabra que suena de una manera peyorativa para muchos, pero que encierra un
secreto: la opción de dejarse estar y transitar sin dañar, cómo trazo
sensitivo, como observador aliviado en el re-descubrimiento de una grieta que
alivia y posibilita.
No
puedo dejar de pensar en el señor Hopper
y sus paisajes como referente. Como la constatación de dos mundos que coexisten
y se invaden, se fastidian y se posibilitan la mirada mutua. Llao recoge en su
recorrido la coexistencia con el otro (mundo, persona y cosa) como suyo. Con sus
tonos contrastados, la superficie recogida de ahí mismo, con el objeto
encontrado, como un pensamiento que se poza en la obra ya escrita.
Lo
que descubre en su tránsito por el cerro “San Cristóbal”, que en su
contrasentido invade ahora la ciudad, a tal grado de llenarlo de túneles, lo
deja capturado. Lo cita una y otra vez, lo hace mirarse, como vagabundo del
tiempo productivo y lo provee de inspiración para refaccionar y re-confeccionar
(ready made) su historia artística reciente, recipiente de soledades y
compañías perrunas, de constantes cigarros y cafés. Una vista interminable
horizontalmente a la ciudad y a sí mismo.
Llao
mira lo que otro no ve, y le da un carácter misterioso, que se jacta
poéticamente de la experiencia de convivir en el mundo (académico) y en le reprobado mundo del ocio.
La
bitácora de Hugo, la bitácora de Llao, “El Secreto de Hugo”, un diario de vida
visual, dónde convive un anhelo rupturista con su obra y el inspirador ocio: su
mágico poder sensible. Caminar muchas veces cansado, movido por las necesidades
"perrunas", movido por las necesidad de espacio personal-espiritual, conmovido con
la injusticia más básica, “levantando polvo” y recordando su infancia en
Parral, maravillado con el cerro como niño, en fin, pensándose como uno más. Como
Hugo.
¿No sería el ocio parte fundamental para reinventarnos como sociedad, como individuo, como ser en el mundo ?
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