viernes, 11 de marzo de 2011

Vulnerable televidente

El estado vulnerable frente a la catástrofe nos ofrece el recuerdo crudo de querer abrazar al más indefenso de nuestro cuerpo-recuerdo en el vientre materno. Es por eso que me permito en este día hablar del amor más dulce y simple, más puro, el amor familia.

Un hijo, una madre, una mujer, un hombre, una ola, todo se nos pone por un segundo en peligro, y el sentimiento de estar aquí, es ahora por todos ellos y por una ola, la pequeñez de mis más queridos como yo.

No me conformo a obsesionarme por la catástrofe informada segundo a segundo, aunque lo hago. Cuán lejos estamos de vernos en esto. Que mensaje nos llega hoy, y solo vemos y queremos evitarnos muertos. De todas formas morir: cada segundo que revivimos los tremendos hechos: la desolación del ser, por ser así en el mundo.

Yo quería ver la ola, y ver la inmensidad del universo en el mar, salvarme, pero sentirme vulnerable, con una nueva oportunidad.

Me duele lo sorpresivo, lo alocado y caprichoso, pero me parece justo, aunque ame, y sepa que existe el amor. Pienso en el mar y las ballenas, los barcos y los cuchillos. La sangre, noruega y Japón, la ola entra y entra como cuchillo. Veo sin amor, como espectador negligente a galletas y café desde mi cuarto, en un día ni verano, ni invierno.

Veo, me muestran y veo al hombre vulnerable, por los medios que el construye. Oh!!! San Agustín, contémplame, como yo aprendí de ti.