No
pretensiones, no lujos. Nada de estructuras. Permitirse el ejercicio creativo y
punto. Un director confiado en el dialogo de sus intérpretes, dispuesto a acoger
dudas de un proceso marcado por los obstáculos de tiempo, trabajo e impresiones
sobre el que hacer inmediato.
El
contraste como dualidad, la dualidad como contraste. Percepciones sometidas a
las normas del no espectáculo como espectáculo. La pregunta por la necesidad de
seguir guiados por aquello que se denomina como tal.
El
sonido en vivo de una escena musical nacional devastada, el cansancio del “artista”
empujado a la sensatez inexistente en el entorno inmediato (en gran parte). La violencia:
palabra, indicación o instrucción, como impulso disidente. La necesidad de
juntarse a leer textos y establecer una conversación que se permita divagar. La
pregunta por la danza, como disciplina multidireccional. El cuerpo en escena,
su sonido, su accionar liberado de las presiones de mercado.
Dual
es un dúo sin lógica de catálogo, es un proceso de empujes tenaces que buscan
su sobrevivencia en las sombras del intérprete dispuesto a entregar lo
necesario para no faltarse a sí mismo. Verdad caótica quizá. No. En realidad es
un proceso que empuja a los intérpretes a resolver y volver con preguntas sobre
un tejido, que desde lo biográfico, se entrelaza a la cultura de lo escénico
actual, con reparos, dudas e incomodidad.
Vocabularios
diversos dispuestos en el escenario, fragmentos que constituyen un mundo de
fragmentos indiferentes en apariencia. Lógicas crispadas por la ruptura que
solo la improvisación puede entregarle al ejecutor. El azar como engrudo de un
proceso, que no se queja de la carencia y la incluye como texto.
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